A la hora en que se acostarían mis huesos,
había un cielo húmedo en la obscuridad
abierto para el desvelo.
A la hora en que se arrodillaba mi alma
a pedir perdón
había tantos mudos hambrientos.
Cuando era el sostén de la miseria
vendían el corazón.
Cuando querían más
se tendía mi cuerpo apenas.
Cuando fue la hora de levantarse
tiritaban mis ojos
sin espacio, huérfanos.
había un cielo húmedo en la obscuridad
abierto para el desvelo.
A la hora en que se arrodillaba mi alma
a pedir perdón
había tantos mudos hambrientos.
Cuando era el sostén de la miseria
vendían el corazón.
Cuando querían más
se tendía mi cuerpo apenas.
Cuando fue la hora de levantarse
tiritaban mis ojos
sin espacio, huérfanos.
4 Comments:
me encanta lo gráfico, lo sensible...los ojos tiritando....buenísimas las imágenes!!!
gracias por conversarme, de verdad gracias...
...ay Mari, esto está muy triste. Beso.
Morito lindo!!!!!!
la poesía es el amparo para tristes :O)
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