20.8.09

A la altura de la nada tiembla la pared de vidrio débil, asfixiada por tantas miradas que se reflejan.

A la altura del hielo vende el alcohol su vaho de boca en boca en forma de exhalación maloliente.

A la altura de la barbarie despliega el mundo su condición de borrego, erupción del semen del más puro patriarcado vencido.

A la altura de mi casa no quiero ver llegar a nadie. Fuera barcazas, fuera reflejos, afuera los encuentros a la medida.

A la altura del pecho de un perro callejero duerme mi nombre cálido. Duerme mi rostro sin vergüenza y amanece.

A la altura de los días me asaltan a alaridos.

A la altura de esta mentira, quién soy yo para decir que soy. Quién se vengará de mí por haberla vivido.

11.7.09

Esta sensualidad de ser dos
me ha embriagado el poder
-remoto motor-
de controlar el universo.

Me encargo de las manos
y te pido esparcirlas
-milagros y mentiras-
atadas a mí.

Te pido ese silencio
y me ataranta el vacío
-bullicio y aguacero-
donde no estás.

No te pido perdón
por respeto a tu derecho
a no escucharme de nuevo
esta vez.

Se me graban tus ojos
esquivos
firmes
corruptos de mis miedos.

Y nada más te doy
mi inoportuna bestialidad
de querer quererte más
por mi culpa.

Recodo infinito de la miseria
de la exitencia banal
de más palabras
que sentido.

Siento tu abrazo.

18.6.09

IRÁN, ZIMBABWE Y MI CASA BELLA

Dame solo un minuto, me dije desepertando. Acuérpame el sueño, me respondí adormecida. Era la primera vez que me penetraba inmaculado el exterior. Una, dos, tres torturas alrededor. Una foto, un blog, un twit están al tanto amenazándome la soberbia serenidad de una tina a las tres de la tarde en un día laboral; exhudaba el aire caliente desnudez. Inmundo recuento de hechos: de aquí para allá, de allá para allá, más cerca de aquí no por favor.
Toque de queda en mi cuerpo, no hay sollozo que valga. Mi incomprensión viaja hasta el verdugo a la hora del abrazo y cae, cae, uno, dos, tres perdones para la eternidad, el cielo bajo sus pies ante las muertes que enumera su padecer.

A mí me duele la cabeza, a ellos la existencia.
A mí me duele la cabeza y a los muertos lo que dejan.
A mí me duele la cabeza, será el vapor.

Qué denotan los perdones de esta humanidad curpulenta. Yo me lavo las manos sucias en agua limpia. Es más, yo me baño en agua limpia. Y no tengo sed.

Valga la humanidad en este insípido recuento de un día más. Como todos los días, cuando cayó la tarde y la vimos desde el balcón que da al oeste.

Quiero un instante inocuo, sin pobres, sin dichas, solo un instante. No quiero que tiemble ni siquiera el tiempo. No quiero que nadie se pronuncie. Que nadie tenga la culpa, nadie ostente nada, nadie pierda ni gane honor. Que nada defina ese instante.

Pero andamos aquí cabalgando mudos y tuertos por la gracia divina de la desesperación, de la impotente gloria que nos dejó lo que fue, que nos deja lo que es, que no sabemos qué es. Qué más da ir o venir, matar o morir. Qué místico confluir de la desgracia el sueño y la lucidez. Qué monstruoso devenir predispuesto. Qué agobiable prolongamiento de la ignorancia.

Perdónanos, dios, por no saber qué hace tan rico el café de la mañana aquí, el té de jazmín allá, la sangre a gotas lentas y reiteradas, un, dos, tres golpes a tu espalda para que rectifiques antes de ir al cielo.

28.10.07

La verdad indiscutiblemente bella, tenue; como inocente que es, cree en sí misma, estira todo el cuerpo en la mañana, con total seguridad de poder extenderse indefinidamente. Te miro coqueteando en el espejo donde estás. Te añoro con humildad y recelo. Sos tan solvente como la verdad. Acaricio tu fuga, mientras vos sentís que acaricio tu pelo.
Pobres desencuentros.

Con la misma certeza que te olvido, me esperás de espaldas, quieto. No buscamos, en verdad, la soledad, solo nos convencemos. Siempre tiene el deseo la gentileza de amparar el silencio. Después, vamos a estar juntos de nuevo. La humedad va a socorrer el momento en que nos reconocemos.
Pobres desencuentros.
A la hora en que se acostarían mis huesos,
había un cielo húmedo en la obscuridad
abierto para el desvelo.

A la hora en que se arrodillaba mi alma
a pedir perdón
había tantos mudos hambrientos.

Cuando era el sostén de la miseria
vendían el corazón.

Cuando querían más
se tendía mi cuerpo apenas.

Cuando fue la hora de levantarse
tiritaban mis ojos
sin espacio, huérfanos.

25.9.07

Integración Centroamericana

Cuando a una le preguntan por la integración regional y una trabaja en un organismo de la integración regional, no le queda más que responder y poner cara de que sabe lo que está diciendo para que la gente crea que una cree lo que está diciendo. Como esto lo he estado viviendo ya por bastante rato, he querido saber y creer qué es lo importante. En esto, como en todo, lo importante es lo obvio: el ser humano.

Resulta ser que en mi país hay gente que no come, niños que no comen, papás que ven que sus hijos no comen y cosas de esas que hay en todas partes. Y resulta que a todas las personas de mi país en una u otra forma nos importa que nuestros niños coman. El problema resulta cuando mi presidente (ahora expresidente) dice que prefiere que mueran niños iraquíes a que mueran niños ticos. Ahí empieza el obvio secreto de la integración: no hay niños ticos ni niños iraquíes, hay niños.

Hablemos de niños nicas. Niños de esos que traen sus papás a mi país y que cuando se enferman los llevan a los hospitales de mi país para que los atiendan gratis los servicios que la gente de mi país paga. ¿Son niños o son niños nicas?

La gente de mi país trabaja mucho por tener lo que tiene. Lo que yo no sabía es que la gente de El Salvador, donde ahora vivo, trabaja mucho, mucho, por tener lo que no tiene. Pero son afortunados, solo el 40% es pobre, no como en Honduras que son el 70%.

Ciertamente, Costa Rica es un país pobre y aquí yo no quiero tapar el sol con un dedo. El sistema de salud en nuestro país está colapsando y, en buena medida, la atención a extranjeros que no cotizan a la Caja es parte del problema. Y sobre todo resulta ser un problema para el 21% de personas pobres de mi país, que jamás tendrán acceso a la seguridad social privada.

Y así hay muchos ejemplos: la cantidad de extranjeros en cárceles ticas (uno de los índices de criminalidad que sufre Costa Rica a causa de vecinos), la posible depreciación del valor del trabajo de los ticos por exceso de oferta (en el caso de colombianos, por ejemplo, suele ser oferta profesional), los cambios en la cultura (los que consideramos negativos, como la costumbre de la tenencia de armas de la sociedad civil), entre otros.

Evidencio que aquí no estoy dando soluciones, sino que quiero exponer que el tema esencial de la integración regional trata acerca de posibilidades al bienestar de seres humanos. Si partimos de ahí, el debate es válido, las conclusiones pueden sugerir la apertura o el cierre de fronteras, pero tiene que privar en el pensamiento que la discusión tiene por referente personas.

Es imperativo que seamos responsables: hagamos un análisis de contexto primero, tratemos de entender las particularidades de cada país (también el nuestro), cómo funcionan política, económica y socialmente; responsabilicemos lo correcto. Y a partir de ahí hablemos de integración. Nadie se permita opinar acerca del bienestar humano sin tener claro que habla de personas. Ese es el debate de la integración centroamericana.

(Y un secreto: cultural y humanamente, los ticos no sabemos de lo que nos estamos perdiendo)

2.9.07


26.6.07




Me ahorco de barullo en una esfera en alta mar, ahí donde floto y no me ahogo porque estoy colgando del barullo en que me ahorco.
Estoy erracunda de piropo a ombligo y cada palabrita me salpica la vista.
No comprendo.
Esto es donde deambulan los sinfondo, los que silban a expensas de los restos.

19.6.07

el chaine