20.11.05

Padre nuestro


Padre nuestro, el mío, que imprimes este espacio tortuito, este fuerte azaroso, este maltraquear en el estómago, fumadera de otoño o chocolate en abril, espanto de pupila la escalera que se tamborilea debajo, sobre mi cabeza, sobre mi cadáver, adentro y afuera, verdad o metáfora poetética. Padre nuestro, padre mío, qué es lo que le pones a mi sencillez.

Autorretrato

Ésta es mi casa,
éste es mi puerto.
En este momento
cae la tarde
en partes.
Entretanto no hay calor:
llueve en el aire
un olor a humedad.
Adentro son las cinco
y llega el viento.
El café se seca por olvido
y hay un abrigo que
cuelga.
Ésta es mi espalda,
éste es mi cuerpo.
En este momento
cae la gana
en el centro.
Entretanto no hay estancia:
el suelo se ha cubierto
de escarcha.
Adentro cae el rocío
y se fragmenta.
El alma se seca por olvido
y hay un rostro que
cuelga.

W F

Ya no sabría yo qué decir, qué decirte; con esta hora fría de mi entorno mi retorno no tiene límites ni susurro al oído, tiene sonido a un pianito discreto que vas tocando como un beep en el oído; a veces muta a una ambulancia en Nueva York, de esas que de estar tanto no se oyen. Pero es camaleón y tintinea de azul en mi memoria, dulce, tenue, sarcástico deseo.
No debería alcanzar esta tristeza, ha de hacerse árbol, éxodo menguante, lo que sea. Pero es esta fiesta, sonatas para mi madrugada, este perpetuarse del rostro, del rastro, de mi rastreo entre hojas de otoño, mi retraso al amanecer.
Hágaseme de este augurio vapor, hágase mar.
No debería estar hasta los ojos rogándole al olvido
que se haga olvido,
que se haga olvido.
Hágase la alegoría
canción de cuna.